Encontrábase un día el rey de la selva (león), reposando tranquilamente sobre una pradera, cuando un mosquito no se le ocurrió mejor idea que molestarlo, así que se aproximó a la fiera y con bastante insolencia le dijo:
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“Tú dices ser el rey porque te crees más fuerte que todos, pero yo no tengo miedo de tí, y además puedo demostrarte que no eres más fuerte que yo. Si crees lo contrario, te reto a que me lo demuestres. ¿Crees que siento temor porque arañes con tus garras y muerdas con tus dientes? ¡Eso también lo hace una mujer cuando se defiende de un ladrón! “
Y sin mediar más palabra, cayó el mosquito sobre el león, picándole repetidas veces en la nariz.
El león empezó a arañarse con sus propias garras para tratar de defenderse, pero al ver que no hacía sino herirse aún más, terminó por rendirse y reconocer la victoria del insecto.
El mosquito, eufórico por su triunfo ante el más fuerte de los animales hizo sonar su zumbido y comenzó a revolotear en todas las direcciones, con tan mala fortuna que terminó por enredarse en una tela de araña.
Así, mientras era devorado, se lamentaba el mosquito de que fuese a perecer a manos de una insignificante araña tras haber sido capaz de derrotar al imponente león
MORALEJA
Quien su triunfo exagera y de él hace alarde, a perder se expone, más temprano o más tarde